De un 2023 magro a un buen 2024

El año 2023 fue complicado para el país en términos económicos. Seguramente, cuando en marzo se cierren las Cuentas Nacionales de dicho año, el magro crecimiento de la actividad económica será más que elocuente. En la encuesta de Expectativas Económicas del BCU correspondiente al mes de diciembre los expertos esperaban —en mediana— 0,35% para el crecimiento promedio del año respecto al anterior, con un desvío estándar de 0,33% y una llamativa amplitud (¡ya se tenía el cierre de los tres primeros trimestres!) entre la menor proyección (-0,30%) y la más optimista (0,93%).

Si tomamos como referencia la mediana antes mencionada y la comparamos con la tasa de crecimiento del PIB potencial que se estima para la Regla Fiscal (2,8%) y agregamos que todavía en 2022 se estimaba una brecha negativa (diferencia entre el nivel del PIB y del potencial cercana a 1%), tenemos una idea cuantitativa de lo que potencialmente se perdió de crecer en 2023. En efecto, la economía se podría haber expandido cerca de 3,45% más de lo que veremos con los números cerrados en marzo.

Si bien durante el año ocurrieron varias cosas que llevaron a este magro desempeño, existe amplio consenso en dos shocks negativos que se destacaron: 1) el impacto de la gran sequía que culminó recién a mitad de 2023 explica buena parte de esa pérdida de crecimiento, sobre todo afectando al sector agrícola y su exportaciones, pero también al resto; 2) la impresionante “filtración” de consumo hacia Argentina, motivada por el diferencial de precios (lo que llevaría a que el turismo emisivo hacia ese país registre un máximo histórico, una vez que se cierren las cuentas de la Balanza de Pagos del año).

A los shocks anteriores se puede agregar como coadyuvante la instancia contractiva de la Política Monetaria, a mi criterio con un impacto bastante menor, sobre todo teniendo en cuenta que la misma nunca alcanzó a ser muy restrictiva sino más bien moderada y que comenzó a revertirse en el mes de mayo, con reducciones sucesivas de TPM y a fines de Diciembre el BCU la dejó prácticamente en su valor de neutralidad inflacionaria.

Qué esperar para 2024

El nuevo año se presenta bien diferente al anterior. Tomando como referencia de nuevo la Encuesta de Expectativas Económicas de diciembre, en mediana los expertos esperan un crecimiento de 3,1% (algunas décimas por encima del PIB potencial referido), con un desvío estándar de 0,64% y nuevamente con valores mínimos y máximos muy distanciados. En efecto, el menor crecimiento reportado es de 2,0% y el mayor es de 5,0%.

Esa suerte de “consenso” implica que se espera un crecimiento que hará recuperar algo de lo perdido en 2023. En sí mismo parece relativamente alto, pero no lo es si se compara con la brecha negativa del PIB potencial, probablemente cercana a 3 puntos del nivel de plena capacidad productiva. En efecto, ese desempeño implicaría una reducción modesta de la brecha negativa actual.

Tratemos ahora de analizar esa perspectiva a la luz de los shocks anteriores para tratar de hilar un poco más fino.

1. La agropecuaria post sequía. Lo primero que hay que mencionar es que el shock fuertemente negativo que significó la sequía ya quedó prácticamente atrás. No solo se normalizó la situación climática, sino que los datos relativos al sector agropecuario del segundo semestre de 2023 son buenos, tanto en el sector agrícola en general como en el ganadero, de carnes como lácteos. Ello implica que, de no ocurrir algún otro imprevisto negativo, 2024 será un año tanto de recuperación de lo perdido como de crecimiento del sector, el que muestra signos de seguir incrementando su productividad. A lo anterior se agregará la producción a pleno durante todo el año de la nueva planta de celulosa de UPM2.

Creo que, sin duda, el sector primario tendrá un crecimiento muy destacado, probablemente medido en dos dígitos en términos de actividad.

 2. Argentina y un signo de interrogación. El impacto negativo que significó la “filtración” de consumo no va a durar para siempre, más allá de que nuestro país hermano es naturalmente más barato porque en estos últimos lustros su PIB per cápita ha decaído y el nuestro ha aumentado. Incluso, el nuevo gobierno que asumió el 10 de diciembre pasado ha ayudado a cerrar la brecha de precios con la importante devaluación del tipo de cambio oficial y la escasa reacción del mercado paralelo, lo que en los hechos ha implicado una reducción muy significativa de la brecha existente entre ambos —desde valores de tres dígitos en noviembre pasado— hasta valores cercanos a 20% en las últimas semanas. 

El cierre de esa brecha es muy relevante, pues esta tiene un efecto significativo en la “filtración” de consumo local. La reducción actual ya está haciendo que los precios al consumo en Argentina (más influenciado por el tipo de cambio oficial a través de los bienes transables) sean menos atractivos para nosotros, que compramos pesos argentinos al tipo de cambio del mercado informal. Como los cambios hasta ahora han sido importantes, es esperable que la reducción de las “filtraciones” sea significativa. Si el gobierno argentino logra mantener esa brecha en valores razonables como los actuales (es lo que se derivaría del reciente acuerdo anunciado con el FMI) así debería suceder. Asimismo, si en el mediano plazo la macroeconomía argentina mejora significativamente, es probable que en ese mismo horizonte se termine por unificar el mercado de cambios y con ello se termine definitivamente con el desdoblamiento cambiario, la brecha cambiaria y el grueso del incentivo para que los uruguayos vayamos a consumir allá.

Pero la situación planteada aún no está exenta de riesgos dada la situación social y política, por lo que sería prudente esperar que este shock negativo se mantenga mitigado, pero con un grado significativo de incertidumbre.

Si la evolución de los shocks negativos de 2023 evoluciona como esperamos, el resto del mundo se mantiene como en la actualidad y la campaña electoral y sus potenciales resultados no alteran el “clima de negocios” —hoy bastante bueno y al parecer blindado de los eventos electorales según las distintas encuestas al sector empresarial divulgadas[1]— y a pesar de que la rentabilidad se vio sacudida el año anterior, en particular dentro de la industria exportadora[2], entiendo que el desempeño de la actividad económica de este año será bueno, lo que implicaría estar por encima del PIB potencial, bastante más de lo que indica la mediana de la encuesta del BCU, probablemente entre 4% y 4,5%.

[1] Pueden destacarse las que realizan la consultora Exante y la de la Revista Búsqueda.

[2] En efecto, el mejor indicador disponible para seguir esa rentabilidad exportadora, que es el Índice de Excedente Bruto Unitario (IEBU) que calcular el BCU, cedió significativamente hasta agosto del año pasado, pero ha mostrado señales de recuperación en setiembre y octubre, último dato disponible en su web: https://www.bcu.gub.uy/Estadisticas-e-Indicadores/Paginas/Precios_Relativos.aspx

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